jueves, 7 de julio de 2016

Estación fantasma de Chamberí

"Los madrileños nos movemos mucho". Este es un hecho que se puede comprobar cualquier día del año, me atrevería a decir, incluso, que a casi cualquier hora. Vivir en la capital (y en la periferia de la misma e incluso en las zonas limítrofes de nuestro querido Madrid) nos demuestra que una ciudad como la nuestra, con un considerado número de habitantes, exige un sistema de movilidad a la altura de las circunstancias, que sea especialmente eficaz, rápido, cómodo, seguro y por qué no, también barato (políticos, tomen nota). Los ciudadanos que nos movemos en transporte público tenemos un "máster" en combinaciones a través de la red, que abarcan desde priorizar unos medios a otros por cuestiones como las que comentaba antes (rapidez, eficacia, comodidad...) hasta las mil y una combinaciones que nos sabemos para llegar a un mismo sitio y que, dependiendo de las circunstancias de cada uno, elegimos o descartamos a diario. Y es que no es para menos. En el caso del "Metro", el medio de transporte por excelencia de los madrileños, cuenta a día de hoy con unos 310 km de vías, repartidos en 12 líneas (cada una representada en el plano con su correspondiente color), un ramal y tres líneas de metro ligero, recorridas por casi unas 1600 unidades de material móvil, sin contar con la red de Cercanías, el servicio de autobuses urbanos de la capital (EMT) y múltiples empresas de autobuses interurbanos que se unen a esta red y que permiten que todos los días lleguemos puntuales a nuestros trabajos, lugar de estudios, citas, reuniones... . Pero claro, como imaginaréis, no siempre ha sido así de manera que os invito a un viaje al Madrid del recién estrenado siglo XX, más concretamente al año 1892, en una ciudad bien diferente a la que conocemos hoy día y todavía en cierto "proceso de expansión".

Uno de los primeros tranvías que circuló por Madrid
Ya desde 1871, con la aparición del tranvía, la movilidad de los madrileños dio todo un vuelco. No obstante, una ciudad como la nuestra, que ya empezaba a apuntar maneras en cuanto a movilidad, necesitaba más, mucho más, para cubrir la demanda de los desplazamientos de su (cada vez más) creciente número de habitantes. En estas condiciones, un hombre, Pedro García Faria, propuso la construcción de un ferrocarril metropolitano, que transportase a esas personas en trenes, bajo tierra, además de mercancías. Al alcalde entonces, Álvaro Figueroa y Torres, le pareció bien, y dio luz verde al proyecto. No obstante, la concesión del proyecto tenía fecha de caducidad, 1917, que terminó por llegar, sepultando lo que iba a ser algo tan relevante para la vida de los madrileños de la época. En cambio, pocos años antes de que este proyecto caducara, tres personas, Carlos Mendoza, Miguel Otamendi y Antonio González Echarte pusieron sobre la mesa una propuesta con la misma base, pero diferente apariencia (4 líneas frente a las 5 del primero, principalmente), concediendo las obras en 1916 y, conformando los pilares de nuestras líneas 1,2,3 y 4 actuales (lo que son las cosas).

Inauguración del Metro en 1919 por Alfonso XIII
Antigua línea 1 del Metro de Madrid
A pesar del visto bueno dado previamente, seguía existiendo mucha desconfianza hacia el proyecto, de forma que tuvo que ser el propio rey de la época, el monarca Alfonso XIII quien aportase 1 millón de nuestras antiguas pesetas para "animar" a otros a contribuir. Junto con el banco de Vizcaya (que aportó 4 millones) y a falta de otros 4 más, los creativos del proyecto se toparon con considerables dificultades para reunir todo el dinero aunque, por fortuna para todos nosotros, lo consiguieron. La compañía se bautizó con el nombre de "Compañía Metropolitano Alfonso XIII" con materiales comprados al metro de París (no olvidemos que se empezó a gestar iniciada la I Guerra Mundial, lo que complicó fabricar material propio). De ese modo, el 17 de octubre de 1919 se inauguró la primera línea de metro, con una longitud de 3,5 km y que cubría el tramo establecido entre Cuatro Caminos y la Puerta del Sol, con las siguientes paradas intermedias, en orden descendente: Río Rosas, Martínez Campos (actual "Iglesia"), Chamberí, Bilbao, Hospicio (actual "Tribunal") y Red de San Luis (actual "Gran Via"). Ocho estaciones, diez minutos de trayecto y con apertura dos semanas después, el día 31, de cara al público. La acogida fue tan buena, que, posteriormente, se realizaron ampliaciones, llegando hasta Atocha y más, adelante, Vallecas. Aunque seguiría narrando la historia de nuestro metropolitano, he de detenerme aquí, pues quiero hacer "zoom" en este primer tramo y, después, en una en concreto (que por el título ya sabréis).

En cuanto a diseño, estas estaciones destacan por ser obra de Antonio Palacios, destacable arquitecto gallego presente en la historia de Madrid (y al que debemos mucho) por sus numerosas obras (Palacio de Cibeles, Hospital de Jornaleros, Círculo de Bellas Artes...) y que se basó en otros metros, como el París o Londres. La distribución de las mismas seguía el mismo esquema: un solo acceso (la famosa "boca"), un pasillo que llevaba al vestíbulo y, una vez allí, la bifurcación hacia los dos andenes según sentido: uno de ellos se accedía a través de los laterales del propio vestíbulo y al otro a través de un acceso superior (por encima de las vías) para llegar al andén de dirección opuesta. Cabe destacar también que se trata de estaciones prácticamente a nivel de cielo abierto. Las más modernas requieren de una profundidad bastante superior a éstas. De hecho contaban con un tragaluz que aportase luminosidad al vestíbulo, además de su decoración con azulejos blancos con el fin de darle un efecto de "mayor amplitud". 


Vestíbulo de la estación: derecha del cartel, cabina de venta de billetes
y al fondo, cabina de revisión; centro, cabina de refuerzo y detrás otra cabina de revisión (no se ve); izquierda, paso de salida de la estación y cuartos para diferente uso pegados a la pared.
Como en la actualidad, antes de poder acceder a los andenes era necesario disponer de billete, que se obtenía en el vestíbulo y en que destacan dos cabinas creadas para dicha función: una de ellas, la principal y la otra, de refuerzo, utilizada en las horas con mayor afluencia de viajeros, evitando las aglomeraciones para la compra de billetes. Apenas unos pasos más adelante, otras dos cabinas, destinadas a la revisión que, en un principio estaban situadas a nivel de andén debido al sistema de pago, similar al actual, por tramo recorrido. De ese modo si algún viajero se sobrepasaba al llegar a la estación, pagaba el doble de la diferencia mientras que, si lo decía al jefe de tren (persona que abría las puertas una vez paraba el tren) durante el recorrido, dentro del propio tren, sólo abonaba la diferencia de trayecto adicional. Las cabinas de revisión también permitían acceder directamente a aquellos viajeros que se compraban el billete con antelación (se podían comprar en tacos de 10). También se establecían determinados descuentos o rebajas de tarifas hasta determinadas horas y adquiriendo un billete concreto, el de Ida y Vuelta, así como un descuento para cuando se acudía a ver a los toros.

Paso superior. Al fondo, acceso de bajada al andén a la derecha
y paso de subida desde el andén a la izquierda.
Pasando el cruce superior que os he mencionado y que da acceso al andén, nos topamos con dos accesos, a su vez, uno de subida desde el andén y otro de bajada hacia éste. Ello se debe a que en la época andaban muy preocupados por la seguridad y querían que en todo momento el viajero supiese por dónde tenía que ir. De los accesos también destacar que, una vez se llega a los andenes, se aprecian unos azulejos de color verde oscuro que "repasaban" el contorno de éstos y la forma abovedada que resultaban un reflejo característico de la mano de Palacios, brindándoles de "mucha personalidad" por aquel entonces.
Ornamentaria de los accesos
Una vez en los andenes encontramos los carteles publicitarios de la época que a diferencia de los actuales, eran tallados en el propio azulejo y, en los años posteriores, en formato "papel", pegados unos encima de otros (llegando a alcanzar incluso los 10 cm de grosor). Destacan los carteles de perfumerías "Gal", lámparas "Philips" (de 0,5 W en contraposición a los 100 W actuales), almacenes "Rodríguez", Café "La Estrella", Cementos "Portland" y "Aguas de Carabaña" como más destacables. Llaman considerablemente la atención los rombos que recuerdan al logo de Metro situados a lo largo del andén, con la salvedad de tener escrito en su centro el nombre de la estación, al contrario que ahora, que si se ven (en las estaciones más antiguas) constituyen la firma de la empresa, perdiendo la originalidad que poseían en aquellos años y en un intento de "unificar" la marca.
Publicidad de la época haciendo referencia a las Lámparas
"Philips", "la mejor del mundo" (0,5 W) y rombo de la estación
También existían fuentes con carácter de mantenimiento (y no de uso personal, como se puede creer en un primer momento). La cabina del "jefe de estación" (presente también en nuestras estaciones actuales, aunque sin uso aparente) estaban situadas en los anden que permitían el control de la estación y la circulación de trenes. En su apertura, el personal dedicado a estas labores era siempre desempeñado por varones, salvo el de taquilla y revisión, desempeñado por mujeres, al menos en determinadas franjas horarias (a partir de las 22h se hacían relevos por los hombres, pues hasta el cierre, a una hora similar al actual, era impensable que una mujer andase sola por la calle), como consecuencia de la mentalidad de la época. La condición de la contratación de las mujeres para estas labores era la soltería.
Una de las primeras taquilleras del metro
Una vez casadas debían volver al hogar y desempeñar el rol que les correspondía por aquel entonces, siendo indemnizadas con una "dote" (algo así como nuestro finiquito actual). Metro de Madrid fue una de las primeras empresas en incorporar mujeres a su plantilla, gesto digno de mención en aras de la igualdad (o eso quiero pensar). También se creía que, de esa manera, se atraería a la clientela masculina, que solían "cortejar" a las taquilleras más guapas con rosas, bombones o, el que menos, algún que otro piropo disimulado. 

Finalmente, en 1966, el 21 de mayo, la estación dejó de prestar servicio. La principal razón se encontraba en causas técnicas provocadas por el aumento de viajeros y, por consiguiente, la necesidad de ampliar el número de coches para satisfacer la demanda. Esto obligó a la ampliación de los andenes de 50 a los 90 metros actuales. Por su disposición en curva y la proximidad con las estaciones colindantes, la ampliación de los andenes de la estación de Chamberí fue completamente inviable, por lo que se terminó clausurando, donde permaneció "atrapada en el tiempo" y escondida a los atentos ojos de los madrileños hasta 2006, donde se comenzó su remodelación y posterior apertura en 2008. Como todo aquello lo que pertenece a otro tiempo, una serie de historias comenzaron a gestarse en ella: espíritus de fallecidos en la guerra (fue utilizada como refugio en estos tiempos), siluetas extrañas que aparecían, mendigos que las habitaban, jóvenes que se colaban para ejercer el vandalismo en ella, extraños rituales de los que pudieron ser testigo sus paredes... la apodaron con el sobrenombre de "estación fantasma", además del desconocimiento de muchos viajeros habituales de Metro que no sabían ni de su existencia.

Estación de Chamberí antes de la rehabilitación
En la actualidad (y para nuestra suerte) es un museo abierto al público y de carácter gratuito, una auténtica máquina del tiempo que sin duda te traslada a otra época, con otras costumbres, modos de ver la vida, vestimentas,... totalmente restaurada hasta el punto de encontrarse tal y como se encontraba en el momento de su inaguración en 1919. Aunque se conservó relativamente bien a pesar de los estragos del tiempo y el vandalismo que se llevó a cabo en ella, sigue contando con determinados problemas que se han de subsanar con el adecuado tratamiento (especialmente de filtraciones debido a su proximidad con la superficie) resulta una joya única stuada en el pleno corazón de Madrid y que, a mí, personalmente, además del consecuente salto temporal que hace que experimentes, me permite apreciar cada vez más lo que tenemos hoy, haciendo que ese día que el metro tiene incidencias, nos hace llegar tarde a nuestro puesto de trabajo o centro de estudios, etc no sea tan malo. Ahora permanecerá cerrada por motivo de las obras de mejora que se están llevando en la línea 1 (después de esta lectura comprenderéis el porqué de las obras), pero, una vez se reabra (hacia el 12 de noviembre), os invito a conocerla y a valorarla por vosotros mismos. Los horarios son: jueves de 10 a 13 h; viernes de 11 a 19 h; sábados y domingos de 11 a 15 h excluyendo festivos como el día de Navidad y Año Nuevo.

¡Gracias por vuestro tiempo!



miércoles, 23 de marzo de 2016

El libro de texto: ¿recurso o limitación en las aulas?

Un aula ordinaria hoy

"El profesor entra en clase y los niños dan los buenos días. A continuación, se entregan los deberes del día anterior y comienza la clase. A la voz del profesor los alumnos abren el libro de texto por la página que se quedaron el otro día, continuando la lección anterior o empezando una nueva. El docente explica, los discentes escuchan. Se hacen ejercicios en clase, se corrigen, se lee la lección, se hace hincapié en los conceptos, más ejercicios, más correcciones y por último los deberes. Al día siguiente, vuelta a empezar, pasando así los días, las semanas, meses, trimestres y cursos, hasta que te das cuenta de que es demasiado tarde".

Análisis de la situación

Esta es una breve descripción de lo que uno puede observar día a día en aquella microsociedad que denominamos "aula". La misma ecuación que se repite una, otra, y otra vez, y no sólo en un centro sino en uno, otro, y otro más. A la pregunta "¿cuál es el resultado o las consecuencias de ello?" suenan al unísono diversos informes con respuestas del tipo "tasa de fracaso escolar elevada", "mecanización de la educación", "relación unidireccional del proceso de enseñanza-aprendizaje", "individualismo y competitividad".... mientras que nosotros, los docentes decentes (sí, es un buen juego de palabras), seguimos preguntándonos constantemente "¿qué esperamos conseguir como profesores o que debemos (o al menos deberíamos) esperar conseguir?" y la respuesta es "todo lo contrario". Entonces, ¿qué es lo que falla? ¿cuál es el problema de base? el enfoque.

En esto es en lo que suelen caer gran parte de mis colegas de profesión y uno de los causantes de todos aquellos efectos que he dicho con anterioridad. Por desgracia, este mal enfoque, como digo, viene seguido de otras tantas muchas acciones que perpetuan más el error. Un claro ejemplo de ello es el uso masivo del libro de texto. 

Por poner un ejemplo que os permita como lectores focalizar bien mi planteamiento, os invito a pensar en otro oficio, como por ejemplo, el de fontanero. Un fontanero, cuando acude a un domicilio en el que se le requiere, cuenta con una caja de herramientas de difierentes tamaños, peso, función... que utilizará dependiendo de una serie de factores como el tipo de avería, tamaño de la cañerías, tramo de las mismas afectado.... ((quizás a veces pueden ser más previsores y, tras hablar con el solicitante y recabar información, pueden llevar el conjunto de herramientas que consideran más específico en lugar de ir con todas, aunque yo considero que, al menos en mi oficio, lo idóneo siempre será valorar en primer lugar la situación detenidamente, recabar información... ipso facto y, ya luego, actuar con la herramienta adecuada)). Bien pues imaginaos si, ese fontanero al que llamáis con el fin de que os solucione dicho problema, se presenta con tan sólo una que, según él, será capaz de solucionar lo que quiera que os pase, sin tener en cuenta nada más cuando lo normal es disponer de un amplio abanico de herramientas que (repito) en función de las circunstancias sean capaces de dar una respuesta adecuada a la necesidad que se presente. En la educación ocurre exactamente lo mismo: deberíamos de disponer de un amplio espectro de recursos que nos faciliten la labor docente (una tarea árdua, a pesar de lo que algunos piensan), y hago hincapié en el verbo FACILITEN. No HAGAN, sino FACILITEN. Y digo esto porque el libro de texto no es ningún manual que haya que seguir al pie de la letra, ni mucho menos considerarlo "la concentración y expresión máxima y única posible y existente que contiene todo el conocimiento habido y por haber".

Por el contrario, es únicamente una guía, un resurso, un elemento organizado, un modelo... que nos permita conseguir esa enseñanza tanto en conocimientos como en valores (los dos tipos de enseñanza de las que tanto hablo). En definitiva, un medio (de los muchos otros) para conseguir un fin, y no un fin en sí mismoHay muchas otras herramientas complementarias e incluso sustitutivas del libro de texto (e incluso, dadas las circunstancias, podríamos adaptar una que ya tenemos o incluso crear una completamente nueva o que surja como combinación de otras, ¿por qué no?) y ahí entran otras de nuestras labores como son la búsqueda, la adecuación o adaptación de contenidos, la reflexión, el establecimiento de nuestros propios criterios... 


Y todo ello es importante para conseguir (además de lo ya mencionado) el mantenimiento de nuestra formación en continuo movimiento, que afecta directamente también a otro de nuestros objetivos primordiales: el bienester y la calidad de aprendizaje de nuestros alumnos. Sí, aquellos que el día de mañana serán ciudadanos, que tendrán una serie de valores y que funcionarán de cierta manera en consonancia a esos valores, y que conformarán en consecuencia los pilares de futuras sociedades y que por desgracia son las víctimas más afectadas de un sistema educativo ineficaz y perpetuado por aquellos que deberíamos tratar de cambiarlo, mejorarlo... en aras del bien de toda la sociedad. 

El resultado de este "enfoque educativo" tiene más efectos negativos (por si fueran pocos). Unas víctimas muy perjudicadas e inocentes, nuestros alumnos, que se les inculca esa idea de que "el colegio es una cárcel" y que "estar en clase es leer el libro" y por tanto, resumirlo en algo más simple como "el colegio es el libro de texto". Que no hay más "aprendizaje" ni "conocimientos" que los que dice el libro, así como el "método de enseñanza en exclusiva", la memorización. Hay cosas que hay que aprender de memoria, es evidente, pero la mayoría de los contenidos que impartimos tienen una razón, un porqué, una lógica... que es la que creo que hay que descubrir a los niños junto con el entusiasmo de aprender algo nuevo cada día. Todo esto, se traduce en pocas palabras como la falta de significado y relación con la realidad de todo lo que se aprende para ellos.

En relación a los padres, hay dos grandes tipos: afectados (como los alumnos) y perpetuantes. Los primeros, padecen, como sus hijos, la rigidez del sistema actual. Algunas ocasiones, por suerte, se agrupan, forman asociaciones, se expresan y tratan de buscar, junto con nosotros (siempre y cuando haya predisposición por nuestra parte también, que esa es otra) a buscar soluciones, y a construir, entre todos, la educación que queremos, o al menos tratar de mejorar la que existe mientras que el resto se resignan, sin más, a veces pasando a ser de la segunda tipología. Los segundos, desgraciadamente, viven con esa idea de libro que he definido más arriba, y su máxima preocupación, a veces disimulada tras el "aprendizaje de su hijo" acaba siendo "terminar el libro de texto" cuando, como mínimo, debería ser justo al revés, es decir, primar lo primero antes que lo segundo. Se empeñan en que el colegio es el libro, como la idea que transmitimos a los alumnos, y refuerzan esa idea más aún, favoreciendo el fracaso escolar, principalmente. Algunos incluso van más allá y son capaces de emitir juicios de valor sobre nosotros, los profes, en función de si va "más rápido o más despacio que el de la otra clase" cuando en realidad, entre muchas otras cosas (metodologías, características del grupo,...) se deberían de preocupar por la calidad o cualidad del aprendizaje en lugar de la cantidad (para ellos es mejor aprender quince temas mal que cinco bien cuando yo pienso lo contrario). No obstante, aunque soy muy crítico con ellos, tampoco les culpo.

Más crítico soy con mis compañeros que, a pesar de tener una formación cada vez más innovadora, se empeñan en continuar los modelos que funcionaban hace 30 ó 40 años, con los que aprendieron ellos, probablemente, en lugar de plantearse qué funcionaba bien de aquello y qué mal para mejorarlo, si no vas un paso más allá y creas tu propio modelo de enseñanza, que siempre es lo ideal. En nuestro grupo, también existimos afectados y perpetuantes, aunque sólo deberíamos ser afectados, como los niños, con la salvedad de tener voz para mejorar, cambiar, innovar.... y llevarlo a cabo. Así eliminaríamos también los padres perpetuantes, que surgen como resultado en parte de los profes perpetuantes

Ya para concluir, creo (y quiero pensar también) que, en el fondo, todos acabamos siendo víctimas de manera directa o indirecta. Basta ya de echarnos lo malo en cara y comencemos, en primer lugar, por aceptar los fallos de cada uno y, seguidamente, unámonos para conseguir una educación que esté a la altura de las necesidades de la sociedad actual. Construyamos juntos, entre todos (políticos incluidos), la educación que queremos para nuestros niños, para nuestro futuro, pues, como decía Nelson Mandela "la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo" y, hoy día, estamos desaprovechando el potencial que tiene, no sé si por falta de consciencia, pasividad, o ambas dos, a la vez. Sólo juntos podremos lograrlo.

Hasta la próxima.

martes, 23 de febrero de 2016

Sanatorio de "La Barranca"

Existen lugares que, ya sea por su majestuosidad, por las cosas que han ocurrido allí o por ambas dos, al mismo tiempo, no se olvidan, e infundan en tu persona una sensación de respeto que cala hasta lo más profundo de tu ser. Este es el caso de este antiguo sanatorio, situado en el valle de la Barranca (Navacerrada, Madrid) que me causa un gran interés, a la vez que temor. Mis amigas y yo pudimos comprobar este fin de semana la grandiosidad de este complejo, que se erige en este valle sin previo aviso, entre los árboles, y que "descubrimos" gracias a la ruta de senderismo que hicimos (https://diariodeunaenamoradadelavida.wordpress.com/2016/02/23/ruta-senderismo-valle-de-la-barranca/)

El sanatorio de La Barranca (nombre popular) o del Santo Ángel de la Guarda fue construido en 1941 por el Patronato Nacional de Tuberculosos, organismo del que dependían una gran cantidad de hospitales. Esta edificación (junto con muchas otras del estilo) fueron construidas como resultado de la gran extensión de casos de tuberculosis existentes en la época. Una de las características comunes que poseían era la de encontrarse en zonas alejadas de los núcleos urbanos (en este caso particular, a gran altura, en la sierra madrileña, a 1200 metros sobre el nivel del mar) con un triple beneficio: en primer lugar (y quizás una de las principales razones), aislar a los enfermos de los grandes núcleos de población para evitar, así, que la enfermedad se extendiese; en segundo lugar, debido a los limpios y frescos aires de la sierra, que suponían un considerable alivio a los enfermos más graves contra algunos de los síntomas propios de ésta; por último, la educación que recibía el propio enfermo allí, enseñándole cómo evitar la recaída y que sirviesen como agentes útiles en favor de la sociedad y la lucha contra la propia enfermedad. Con el fin de paliar la tuberculosis y el poco avance existente en el campo de la medicina, se llevaban a cabo una serie de curas pasivas de reposo junto con una buena alimentación, entre las que destacan la colapsoterapia y la toracoplastia. Mientras que la primera consistía en introducir aire en la cámara pleural para mantener la lesión pulmonar en reposa, la segunda era un tanto más agresiva, y suponía una intervención y resección de una, varias o una parte de las costillas, consiguiendo el hundimiento de la pared torácica y el colapso pulmonar.  

Además de la tuberculosis, también se trataron otras enfermedades como el cáncer de pulmón e incluso otras de carácter meramente contagioso como la lepra o la polio. Se mantuvo con esta función, hasta que, llegados a la década de los 60, se le habilitó como psiquiátrico hasta el año 1995, en el que cerró definitivamente. Desde entonces, su futuro ha sido incierto y vándalos así como grupos organizados de sectas carácter religioso (satánicas) han hecho del lugar un recuerdo de lo que fue. Por si eso fuera poco, el carácter energético de este tipo de edificaciones y los hechos que han sucedido allí lo convierten en causa y consecuencia para estos colectivos. Hubo un intento de remodelación y posterior transformación en una residencia de la tercera edad pero el proyecto, finalmente, no se llevó a cabo.

La estructura del sanatorio destaca por ser una construcción de hormigón armada y pizarra. Contiene varias alas, de entre las cuales sobresale la principal de cinco plantas y sótano. Cada planta disponía de unos 3000 metros cuadrados. También contaba con un edificio de recepción, un pabellón infantil, dependencias del personal y otros edificios de mantenimiento. Aunque el complejo exteriormente está intacto, el interior está diáfano: los tabiques han sido derribados y no se aprecia divisiones habitacionales por ningún lado. Desde el exterior se pueden observar las grandes balconadas destinadas a tomar el aire y el sol de los enfermos, así como resquicios de ventanas valladas de su papel como psiquiátrico en los últimos años (evitando que los enfermos se suicidasen). En el siguiente enlace tenéis un vídeo a vista de Dron de todo recinto que no tiene desperdicio.


Numerosos curiosos y amantes de lo paranormal han realizado numerosas investigaciones que testifican que allí se han quedado impregnadas las energías del pasado, provocando sensaciones de pesadez, mareos, sensación de sentirse observados... que pueden ser también, en gran parte, fruto de la sugestión.

Mi reflexión con respecto a estos lugares es bastante clara: no nos deberíamos de aventurar con aquellas cosas que el ser humano no entiende. Sea como fuere, allí queda algo, y, aunque no lo he comprobado de manera personal, creo que se merece "respeto" por nuestra parte. Si los muertos no se meten con nosotros, ¿por qué nosotros nos metemos con ellos?

Gracias por leerme, ¡un saludo!

domingo, 14 de febrero de 2016

El origen de "San Valentín"

Hoy, día 14 de febrero, es un día rodeado en el calendario de muchos. Se trata del "Día de San Valentín", "Día de los enamorados" o "Día del amor y de la amistad" y, como todos conocemos, la costumbre nos "incita" (o compromete, según cada caso) a hacer un regalo especial (fruto de nuestro amor, cariño, aprecio...) a aquella(s) persona(s) que se encuentra(n) día a día a nuestro lado, en especial a nuestra pareja. No obstante, esta tradición, como todas, tiene un origen que muy pocos conocen, y... ¡eso es lo que precisamente vengo a contaros!.

Para ello es necesario que partamos de la base de que el actual "San Valentín" surge como resultado de la fusión entre las tradiciones paganas y católicas de la Roma clásica. Este mes, a diferencia de otros, era considerado "de romance". También se debe (entre otras cosas) a los ciclos de apareamiento de algunos animales, como es el caso de los pájaros en los países nórdicos, por ejemplo, asociando así la procreación directamente con el amor. En cambio, en el sentido más antropológico del asunto, ¿cuál es el motivo de que se llame "Día de los enamorados" o "Día de San Valentín"?¿qué tenía que ver ese Santo con la festividad?.

San Valentín
En primer lugar cabe decir que la Iglesia Católica reconoce a varios Santos con el nombre de "Valentín" o "Valentino", siendo todos ellos martirizados. Según la historia eclesiástica, "San Valentín" fue un sacerdote que sirvió durante el siglo III en Roma. El por aquel entonces emperador, Claudio II, llegó a la conclusión de que los hombres solteros eran mejor soldados que aquellos con esposa, familia y las preocupaciones que ello conlleva desde ambas partes, tomándose así la decisión de prohibir el matrimonio. En un clima de permisividad y poligamia como aquel, supuso un verdadero reto para la Iglesia de la época, que promovía la monogamia a toda costa y la unión entre dos personas (matrimonio de hombre y mujer) como algo sagrado. De ese modo el sacerdote Valentín, desafiando las órdenes del emperador, siguió celebrando matrimonios en secreto. No obstante, la clandestinidad duró más bien poco y, una vez llegado a los oídos del mismísimo Claudio II las acciones que llevó a cabo, ordenó de manera inmediata su condena a muerte, cuya sentencia constaba de tres partes fundamentales: comenzando con el golpeo, siguiendo con el apedreamiento y concluyendo, finalmente, con la decapitación. A partir de este punto surgen una serie de leyendas que ponen en entredicho los momentos previos a su muerte, como la visita de una mujer ciega (hija de uno de los guardias) durante el cautiverio del sacerdote, enamorándose ambos y manifestando su amor a través de la primera y única carta de amor que le envió a la mujer (de ahí las famosas cartas o tarjetas de San Valentín como tradición). También se cuenta que trató de ayudar al resto de cristianos encarcelados y sentenciados. Las matizaciones de ambas tienen como punto de encuentro la exaltación del romanticismo y heroicidad de este sacerdote otorgándole, posteriormente, el título de Santo.


Supuestos restos del Santo en la Iglesia de San Antón (Madrid)
Se dice que sus restos descansan aquí, en una iglesia de Madrid, concretamente en la de San Antón, en una urna de vidrio expuestos al público a partir de 1984, momento hasta el que permanecieron ocultos. Estos restos fueron regalados a Carlos IV en el siglo XVII, quien a su vez se los regaló a los Escolapios de Madrid. Ésta no es la única ciudad que afirma tener los restos del Santo, pues tanto en España como fuera de ella existen diversos puntos donde se afirma disponer de los originales. 




Los "lupercales" dando latigazos a las mujeres
Por otro lado, como parte del argumentario de la existencia de la festividad, tenemos el intento de la Iglesia por cristinializar la fiesta de "La Lupercalia", en la que se celebraba la fertilidad del dios de la agricultura, Faunus (Fauno), el 15 de febrero, así como rendir culto a Rómulo y Remo, fundadores de Roma. Los "Lupercos" o "Lupercis" (cuerpo especial de sacerdotes elegidos entre los ciudadanos) llevaban a cabo una serie de ritos conmemorativos, entre ellos el sacrificio de una cabra para la fertilidad y un perro para la purificación, despellejándoles posteriormente. Con las tiras de piel de la cabra, mojadas en la sangre del sacrificio, se daba latigazos a las mujeres y a los campos, en busca de la fertilidad (cosa que las mujeres veían bien y necesario para alcanzarla). Además, también se metían el nombre de todas las mujeres en una urna para que los solteros se emparejaran con ellas con un período mínimo de un año, terminando, normalmente, en casamiento. Con el fuerte arraigamiento del cristianismo, a finales del siglo V, el papa Gelasio declara el 14 de febrero como día oficial de "San Valentín". La asociación con el amor no se dio hasta bien entrada la Edad Media. Al principio, sólo unos pocos (miembros de la nobleza, reyes...) lo celebraban a través de diversas formas pero, con el paso del tiempo, poco a poco fue calando en la sociedad hasta que en el siglo XVII se extendió de manera definitiva.


En la actualidad (y en mi opinión personal) esta fiesta se ha vestido con el traje del consumismo, siendo muchas empresas las beneficiarias de la compra masiva de objetos (en especial abalorios) y diversas actividades en pareja de diferente envergadura (comidas, cenas, viajes, cruceros...) con el fin de "demostrar a tu pareja que la quieres" a la vez que "quedamos bien a ojos de todo el mundo" (aunque tristemente este orden en algunas parejas más bien se invierte). Aunque a pesar de mis críticas soy el primero que celebra el San Valentín con mi pareja, lo hacemos a nuestro modo. Es más, opino incluso que cualquier otro día es tan válido como especial para regalarle a tu pareja algo que demuestre lo que la quieres (e incluso más, porque un día como hoy regalan el 95 % de las parejas). No obstante, como yo siempre digo "no hay mejor regalo para este o cualquier otro día que el hecho de poder compartir momentos, sonrisas, caricias, besos...con la persona que quieres". Ahí os dejo con eso.

¡Feliz San Valentín!

jueves, 31 de diciembre de 2015

Valoración personal del 2015

Como viene siendo costumbre en los últimos fines de año, hoy es un día de reflexión, de balance, para mí. Una jornada en la que toca poner sobre la palestra los acontecimientos personales más relevantes del año y valorarlos. Hoy, al fin, ha llegado ese "gran día", el último de ellos, del último mes, y en nuestro caso particular, de este año 2015. 

Me resulta imposible (e inapropiado también, os lo confieso) poner todas y cada una de las cosas que han marcado mi 2015. No obstante, sí que os puedo decir que ha sido un año de gran peso. He experimentado cosas realmente buenas que a mi juicio me han enriquecido en gran medida como persona. He procurado cuidar de esas situaciones e incluso favorecererlas con el fin de que se repitiesen a lo largo del tiempo e incluso me he propuesto como objetivo seguir propiciándolas. En cambio, por otro lado, también he vivido cosas que han sido "no tan buenas", pero, como hay que hacer con todo en la vida, he decidido extraer un aprendizaje de ellas.

Este año soy más consciente que otros de la verdadera importancia que desempeñan las personas que te acompañan en tu camino, de los verdaderos amigos y la verdadera pareja que te cuidan y velan por ti, día tras día. También de la familia, por supuesto, con un cariño hacia tu persona de lo más incondicional. Cada momento con ellos es único e irrepetible, y ésa es razón suficiente como para exprimirlo y sentirlo al máximo. Además, las situaciones adversas que han podido compremeter cada una de estas relaciones han resultado fortalecerlas más (si cabe), dándome la mayor prueba existente de una base sentimental sólida. Algunas personas se van, y otras vienen, está claro, aunque como he hablado muchas veces con mi círculo, al final sólo se quedan aquellos que realmente quieren quedarse contigo. Hoy por hoy puedo decir que todas las personas que ocupan un espacio importante en mi vida lo hacen porque me aportan algo, por pequeño que sea, que nos convierte (a cada uno de ellos y a mí) en la manifestación más pura de la reciprocidad.



En el plano laboral, estoy realmente contento. A primeros de año conseguí un trabajo de lo mío, la enseñanza, en el que no paro de aprender, tanto de mí mismo como de mis alumnos, permitiendo que siga creciendo a nivel profesional de cara a mi futuro en la docencia. Además, el clima es de lo más favorable y respetuoso, cosa que considero indispensable a la hora de desempeñar cualquier empleo, independientemente del que se trate. Siento que cada día de trabajo es una aventura nueva y lo afronto con mucha alegría e ilusión.

Con respecto al año pasado, soy una persona totalmente diferente para bien. A pesar de todas aquellas situaciones que el año anterior hicieron que lo pasara realmente mal, además de las que he podido experimentar este año, puedo decir que gracias a todas y cada una de ellas (junto con las buenas, por supuesto) hacen que a día de hoy pueda ser el tipo de persona que soy, y que pueda regalar a todos aquellos que me lo permitan, la mejor versión de mí o, como mínimo, una de las mejores versiones que hayan existido hasta ahora. 

Por eso, ya para terminar, a todos aquellos que hayáis dedicado un tiempo para leer estas líneas, en primer lugar, como siempre, daros las gracias por hacerlo; también animaros a continuar con la vida con una gran sonrisa, en especial para aquellos que no lo estéis pasando bien por vuestras circunstancias personales y deciros que, por mi experiencia, de todo lo malo se acaba saliendo, y que estoy seguro de que todo aquello (bueno y malo) que ocurre, tiene un sentido y, el día de mañana, siempre y cuando hagáis un filtro responsable, acabará definiéndoos como persona e incluso, permitiéndoos ser la mejor versión (o una de las mejores) de vosotros mismos para vosotros y para los demás; mis más sinceros deseos de felicidad para todos, consecución de objetivos y éxitos de todo tipo y, cómo no,  feliz salida y entrada de año. Se cierra un importante capítulo y empieza uno nuevo, con toda la emoción que ello conlleva.



¡Feliz 2016!.

viernes, 25 de diciembre de 2015

La Navidad

La Navidad siempre ha sido sinónimo de decoración, compras, grandes reuniones con amigos y familiares, regalos, frío... un conjunto de circunstancias y tradiciones que nos recuerdan el significado, el simbolismo de estas fechas a todos. Lo celebramos año tras año, en especial por los niños, viviendo momentos mágicos y cargados de ilusión, permitiéndonos también hacer un balance entre las (buenas y malas) acciones, motivado por una proximidad al fin del año actual y el comienzo de uno nuevo. En cambio, ¿alguna vez nos hemos preguntado cuál es el origen de la festividad?¿por qué se hace lo que se hace? y ¿siempre ha sido así?. Una vez más (como hice con Halloween) os invito a conocer las raíces de esta celebración y sus costumbres, desgranando su sentido y descubriendo detalles que incluso hoy día, sorprenden.

Sin duda alguna, si hay algo que nos recuerda a la Navidad, en primera instancia, son las luces navideñas. Como producto con la clara finalidad de decorar todo tipo de ornamentación, surgen unas pequeñas bombillas que dotan a las calles y a los hogares de un juego de color, alegrando a la vez que sorprendiendo (siempre que uno se para a observarlas con detenimiento). No obstante, antes de cumplir dicho cometido en las fiestas en las que estamos, su objetivo era claro: iluminar las pequeñas centralitas telefónicas de 1882. Fue entonces cuando se dieron cuenta de la verdadera belleza que estas lucecitas irradiaban y decidieron cambiar su cometido y hacer más intermitente su papel con el paso del tiempo, limitando su uso una vez al año, como se hace en la actualidad.




Festividad de Yule
Otro gran icono navideño es el tradicional abeto que se coloca en cada hogar. Su origen se remonta hasta hace casi 2000 años. Aprovechando el recién estrenado solsticio de invierno, era tiempo de celebración debido a que, a partir de entonces, los días comenzaban a hacerse cada vez más largos tras la noche más larga. Se celebraba la "festividad de Yule" (en el nórdico antiguo, "Júl"), época propicia para las grandes matanzas del ganado que se había alimentado durante todo el año, y, ante la imposibilidad de seguir alimentándolos durante el duro invierno, se servían cocinados en forma de gran festín. Además, se aprovechaba para quemar un tronco, concretamente conocido como "leño de Yule", y se hacía arder durante 12 horas, esparciendo las cenizas por los campos y hacerlos fértiles. Finalmente, esto terminó culminando en llenar el hogar de plantas de hoja perenne, entre ellos, el abeto que hoy día seguimos utilizando.

Las Saturnales, fiestas con grandes banquetes y regalos
Con la llegada del Cristianismo y, a través de sus evangelios, se añadió algo más (aunque sin fecha predefinida) a lo que hoy día conocemos como Natividad: el acontecimiento del nacimiento de Cristo, el hijo de Dios, y la presencia de una estrella que guía a tres figuras pertenecientes a la realeza oriental y que llevan ofrendas al niño que, un día, será relevante. Por el contrario, cabe destacar que, antes de que estas tradiciones se atasen directamente a las anteriores, se realizaban unas fiestas paganas romanas por estas fechas, las "Saturnales", que acontecían desde el 17 de diciembre hasta el 23 de diciembre, y en los que se encontraban presentes, además de los grandes banquetes, el intercambio de regalos. También celebraban las fiestas de año nuevo, durante 5 días, que coincidían con el cumpleaños del Dios "Sol invictus", coincidiendo con el solsticio de invierno. De esta manera, la Iglesia, en aras de conseguir seguidores no creyentes, terminó por absorber estas celebraciones, asignando así, el nacimiento de Cristo, el mismo día 25. 


George III y Charlotte, decorando su árbol en 1762 

Durante un tiempo, los cristianos de la época utilizaban estos días para ir a la Iglesia, encender velas y rezar. De forma paralela, se desarrolló otro tipo de celebración secular en las calles por parte de la población. Consistían en todo lo contrario a la Iglesia (ruido, grandes fiestas, una gran cantidad de gente por las calles...) que eclipsaban el contexto opuesto, de forma que, con el trascurso de los años, las autoridades cristianas terminando prohibiendo estas celebraciones. Tras un periodo indefinido de calma y de celebración exclusiva en la Iglesia, comenzaron a surgir los "villancicos", aunque cantados en latín. Fue entonces, tras un tiempo, cuando empezaron a cantarse en las lenguas vernáculas, tal y como los conocemos ahora. Debido al malestar generado entre el pueblo (y manifestado a través de diversos actos) por la prohibición de las festividades que se llevaban a cabo "puertas para afuera" de la Iglesia, los cristianos decidieron permitirlas nuevamente, aunque llevándolas al terreno más privado (familiar, en los hogares) y quitarle ese "carácter público" con el que habían surgido en un principio, evitando así el molesto ruido que ocasionaban. Fue entonces cuando, después de tomar un carácter más privado limitado a la familia y el hogar, se decoró el primer árbol de Navidad, de la mano del rey George III y su mujer, Charlotte, en 1762, propiciando que el resto de la sociedad inglesa, medio año después, hiciese lo mismo.


San Nicolás de Bari, el origen de Papá Noel
Pero si hay una figura verdaderamente eje en las Navidades (en especial para la cultura estadounidense), esa es la figura de "Santa Claus" o "Papá Noel" ("Saint Nicholas" en inglés). Y es que, como ocurre con todo, su figura fue evolucionando desde su origen: la idea surgió de un neoyorquino, Clement Clarke Moore, que en 1822 publicó un poema de 52 versos titulado "Una visita de San Nicolás" que acontecía la noche antes del día de Navidad, llenándolo de descripciones de la figura de Papá Noel, además de tradiciones colectivas y propias. Los primeros bocetos de su figura, unidos a las características propias del Santo Nicolás (Nicolás de Bari, famoso por repartir regalos a los niños) y las características de su versión holandesa, "Sinterklaas" (con una abundante barba blanca y que surcaba los cielos en un caballo) empezaron a delimitar la primera silueta de este icono. Otra de las cosas que se adoptó de esta última figura fue la presencia de un ser malévolo que acompañaba al "Sinterklaas" y que castigaba a los niños malos. En cambio, esta figura terminó por perder la "personificación" como ser malvado y terminó en adoptarse en la actual forma de carbón que conocemos. Sumando todo ello, la primera descripción que se tenía de Papá Noel era la de "un elfo feliz y enano, delgado, con barba blanca, con una pipa y un saco que llevaba a su espalda, cargado de regalos" añadiendo que, en lugar de surcar los cielos con un caballo (como el "Sinterklaas"), adoptó un trineo con 8 renos.
"Sinterklaas", el San Nicholas holandés
Thomas Nast, el otro neoyorquino encargado de "darle forma", fue el que llevó sus cualidades recientemente adquiridas al papel, añadiéndole, con el paso de los años y su evolución (y necesidad de adaptación) del personaje, el traje rojo, el cinto, la lista de niños "buenos y malos" además de su ubicación en el Polo Norte.


Debido a la creciente necesidad económica del comercio por aquel entonces, las empresas se apropiaron de la imagen de Santa Claus y la convirtieron en "la cara de la Navidad" con el fin de aumentar sus ventas. Gracias a ello, los bocetos publicitarios que invitaban a la compra añadieron los últimos atributos de éste, como el hecho de "bajar por la chimenea", los "calcetines colgantes que se llenan de dulces" y "el carbón de los niños malos" (también relacionados con estos ítems, aparte del ser malvado que acompañaba a "Sinterklaas"). Además, se dio nombres a los renos que lo llevaban, siendo el más característico el reno "Rudolph", por su nariz brillante. 

La versión de Papá Noel por Coca-Cola

La televisión también jugó un papel importante a través de la programación navideña y anuncios publicitarios, con dibujos y animaciones que entretenían a mayores y pequeños frente al televisor, a la vez que consolidaban las diversas interpretaciones personales de la Navidad. Surgieron adaptaciones televisivas de "Cuento de Navidad" de Dickens, de la historia "Cómo el Grinch robó la Navidad" y "Charlie Brown y el sentido de la Navidad", consiguiendo (en especial esta última) aunar el carácter religioso de la festividad con el meramente familiar.


Tras este largo recorrido por la historia de la Navidad, sólo queda dar mi pincelada reflexiva sobre la tradición: para mí, la Navidad, tiene un sentido familiar, hogareño, en el que se demuestra (con más razón y a la vez con más fuerza que el resto del año) que quieres a la gente que quieres y por qué la quieres. La "excusa" perfecta para sentirte más cerca de los tuyos, de tener detalles con ellos, de sentir más su "calor" como familiares, amigos, pareja... y compartir grandes momentos de risas, diversión, anécdotas... que a lo largo del año "no sientan tan bien" o "no calan tanto" como lo hacen ahora. En definitiva, valorar todo lo que tienes y disfrutarlo, por encima de cualquier otra característica propia de estas fechas (decoración, regalos, banquetes...) que, aunque contribuyen, por sí solos, no dejan de ser "simples añadidos". Al fin y al cabo, la verdadera Navidad (y su "regalo") significa tener gente con quien compartirla, por encima de cualquier cosa, lo que hace de ella, una festividad perdurable en el tiempo.

Muchas gracias y ¡feliz Navidad!.  


jueves, 10 de diciembre de 2015

Educación en valores: la asignatura "pendiente" de nuestro sistema educativo

La sociedad se encuentra en constante movimiento. La educación, como pilar fundamental de la misma, también va cambiando de manera progresiva con ella, aunque no siempre al mismo ritmo, tratando de adaptarse a las necesidades que demanda. El incorrecto enfoque por parte del profesor (o el incorrecto entendimiento por parte del alumnado, padres, comunidad educativa en general…) del verdadero sentido de la escuela ha hecho mella en lo que como (futuros) profesores queremos inculcar, dando lugar a conexiones erróneas que lo vinculan directamente con la obtención o no de un empleo (a veces incierto) de los que (han sido, son y) serán nuestros pupilos. Además de alcanzar una serie de objetivos, transmitir correctamente una serie de contenidos, evaluar siguiendo unos criterios, hacer partícipes al alumnado de los procesos de enseñanza-aprendizaje (feedback) y fomentar el resto de tipologías relacionales existentes (profesor-alumno,  la recíproca alumno-profesor e incluso alumno-alumno, padres-alumno, padres-profesor etc…), lo que realmente queremos alcanzar se resume en una palabra que reduce todas estas interacciones, aprendizajes, enseñanzas, procesos, habilidades, destrezas, competencias y conocimientos: EDUCACIÓN ESCOLAR.


Personalmente distingo dos tipos de subcampos dentro de este término: la educación en conocimientos (que englobaría todo aquello relacionado con las materias en cuanto a lo que nosotros conocemos como contenidos "conceptuales" y "procedimentales") y, por otro lado, la educación en valores (también estrechamente relacionado con las materias, aunque no en su totalidad, pues este tipo de contenidos clasificados como "actitudinales"). En cambio, a veces, olvidamos la última rama que he mencionado y que no por ello es menos importante (fundamental) ya que es la que conseguirá formar a nuestros alumnos en el tipo de ciudadano crítico-reflexivo que pretendemos que llegue a ser el día de mañana, con personalidad propia, principios, valores, actitudes, comportamientos…







Como futuro docente me preocupo de manera especial sobre esta última cuestión, que, por desgracia, no está contemplada como tal en el Currículo de Primaria. En primer lugar hay que tener en cuenta que es una educación que no sólo se encasilla en el ámbito escolar, sino que también se obtiene en el familiar, o el personal. Dentro de los centros es imprescindible saber cómo gestionar adecuadamente los conflictos, e incluso, siempre que sea posible, extraer de ellos una enseñanza o suscitar a los niños a la reflexión a través del análisis de ellos. En algunas ocasiones, estos conflictos pueden surgir como fruto de las interacciones que se producen en el aula (relaciones de amistad, compañerismo...que se ven vulneradas), en los que es nuestra intervención como mediador y guía es necesaria e imprescindible. En cambio también hay otros casos en los que nosotros nos vemos "atados de pies y manos" a la hora de solucionarlos (problemas de los alumnos con algún progenitor del tipo "falta de autoridad", alteración del núcleo familiar por separación, viudez, ... e incluso algunas más graves como algún episodio de maltrato, regular o aislado) que pueden afectar el comportamiento del niño e incluso confundir su noción sobre "lo que está bien y lo que está mal". Por ello es responsabilidad nuestra que como educadores (y con el apoyo y colaboración de los padres, siempre que sea posible) elaboremos actividades encaminadas al debate y a la reflexión de diferentes posturas, puntos de vista, modos de acción... . Imagino que algunos leyendo estas líneas pensaréis que ya existe una asignatura "encargada de abordar" estos contenidos y llamada "Educación a la Ciudadanía" (dejadme deciros que tuve la oportunidad de revisar uno de sus libros y lo que me encontré es "una asignatura aburrida en el que lo único que hay que hacer es leer textos sobre valores y responder a unas preguntas, sin ir mucho más allá") pero, desgraciadamente, no es la solución. Desde luego, el "qué" no es el problema en esta asignatura, sino el "cómo", que viene a seguir en la misma línea que otra asignatura convencional, sólo significando para el niño "otro libro más que llevar en la mochila" con todo lo que ello conlleva (más deberes, más aburrimiento en clase, ... ). Una vez vi esto pensé que podía dar un aire innovador y, aprovechando mi periodo de Prácticas y mi oportunidad como "profesor en funciones" (baja de mi tutora), no se me ocurrió una mejor manera de inculcar a los niños valores que buscar algunos dilemas morales que, como su propio nombre indican, les generasen un conflicto que suscitasen una respuesta basada en los valores que ellos mismos tenían. 

Un dilema moral (definición propia) se trata de una situación compleja que requiere solución a través de una toma de decisiones (no siempre sencillas) con una base moral. Estas decisiones, normalmente, no son más o menos acertadas, sino que producen un conflicto en el individuo debido a la carga ética que contienen. El individuo ha de "priorizar" entre sus valores para llegar a la solución "más acertada" (en cuanto a él se refiere) y poder "resolverlo". Me topé por primera vez con un dilema moral (al menos que yo recuerde) en mi primer curso de carrera (concretamente en la asignatura de "Psicología del Desarrollo") y me pareció una manera fascinante de "poner a prueba" los valores de cada niño en la Educación Primaria. De esa manera busqué por la red y me topé con algunos muy complejos a la vez que interesantes. Los adapté a los niños modificando/añadiendo algunos matices, preferentemente contextuales, que tuve muy en cuenta en aras de favorecer la empatía entre alumno, personaje(s) y situación:

1. Edad: normalmente, no venía ningún tipo de edad predeterminada. Simplemente, no parecía relevante, así que yo les puse una edad igual (o cercana) con el fin de favorecer  el "ponerse en la piel de".

2. Ubicación: otro aspecto que normalmente se pasaba por alto. No evidenciaba en ningún caso en dónde se producían los acontecimientos. Elegí la población de San Fernando de Henares dado que mi centro de prácticas se ubicaba allí y el lugar donde residían todos los niños. Además, también solía situarlos más específicamente en un centro escolar e incluso en el mismo colegio.

3. Situación: buscaba situaciones cercanas a las que se suele dar en el aula y que suponen un "problema" a la hora de resolverlos: robos con algún testigo, situaciones conflictivas en el recreo, agresiones.... que requieren de muchos valores que poner "sobre la palestra".

4. Preguntas: añadí una serie de "preguntas guía" para que a los niños les fuese más fácil reflexionar. En algunos casos, invertía los papeles de los personajes y/o les involucraba de forma directa en el conflicto, haciéndoles testigo, o poniéndoles en la piel de algún personaje principal para ver su reacción, su argumentación, etc... .

5. Debate: lo que más nos gustaba a todos y, sin duda, de lo que más disfrutábamos de la actividad. Pensé que el hecho de tener una gran variedad de respuestas y justificaciones enriquecería a los niños, a la vez que les haría contemplar más de un punto de vista. También quería valorar hasta qué punto podían defender sus respuestas, si variaba conforme escuchaban a otros compañeros o si por el contrario permanecían inalterables.

El resultado de este pequeño "experimento" fue todo un éxito para los alumnos (que estaban deseando que llegase el día para que les trajese más) y de algunos profes que me felicitaron por una iniciativa así (de hecho algunos me pidieron copias para llevarlo a cabo en sus clases también). No es, ni mucho menos, el invento del siglo, pero creo que son estas pequeñas acciones las que marcan la diferencia entre una enseñanza tradicional (el famoso librito de "Educación a la ciudadanía") y una enseñanza innovadora, atractiva, con el mismo objetivo que la primera pero llegando de diferentes maneras, una enseñanza más personalizada y orientada a extraer el máximo potencial de los niños, trabajando de una manera de lo más cómoda y divertida posible para ellos (y también para nosotros, los profes).

Por ello, me gustaría dar un buen cierre con una cita sobre la educación, aunque para mí es mucho más que una simple frase célebre que alguien pudo decir en un momento dado de su vida: es un eco resonante en mi cabeza cada vez que enseño, un himno, un lema, una insignia y una bandera. El verdadero objetivo a conseguir para el buen profesor y lo que de vez en cuando hay que enseñar, recordar, grabar y transmitir (en ese orden) cada vez que ejercemos nuestra maravillosa profesión:

"Un buen profesor es aquel que muestra lo que sabe; el mejor profesor es el que enseña lo que es"